Diplomas de Esperanza.
El viernes 02 de mayo de 2008 se licenciaron 28 nuevas tejedoras de la Asociación Relmu Witral. La sede de Tirúa lucía engalanada. Los tejidos coloridos como siempre y un mesón generoso que contenía las donaciones que las mismas mujeres habían traído de sus hogares: pollitos de campo, huevos cocidos, tortillas, pan amasado y unos pebres picantes y sabrosos. Había algo para el brindis y hartas bebidas para compartir.
Las tejedoras habían llegado desde lejos. Antes del medio día ya estaban allí las socias nuevas de Pilico y Casa de Piedra, que viven a más de 20 km., al sur de Tirúa, y no tienen micro para viajar. ¡Pero ahí estaban! ¡Es que se venía algo importante para sus vidas! Cerca de la hora llegaron también las hermanas de Puente Tierra y de Ponotro. Había entusiasmo y alegría en el rostro de todas.
Cada grupo y cada tejedora había finalizado su taller de telar. En junio del año 2007, seis nuevos grupos de mujeres presentaron su solicitud de ingreso a la Asociación. Los asesores las visitaron y conversaron honestamente sobre las condiciones exigidas y las oportunidades ofrecidas. Al instante un grupo declinó: “muchas exigencias”, dijeron; “pensamos que nos iban a regalar la lana siquiera”, comentaron desilusionadas. Pero los otros cinco grupos se atrevieron a comenzar. En septiembre ya estaban todas haciendo bailar los husos. Cinco socias expertas fueron preparadas para guiar y enseñar a las nuevas postulantes. Al poco andar otro grupo de mujeres renunció a la tarea. Pero los cuatro grupos restantes siguieron el camino. Y aunque algunas socias también declinaron, las demás fueron crecieron en entusiasmo.
El curso es largo. Primero aprenden a hilar y a teñir con tinturas naturales. Luego a tejer telares lisos. Se pasa después a lo más difícil: tejer el ñimikan, los dibujos tradicionales. Y después de meses viene el toque final: el trarikan, el telar amarrado. En medio de hilos y telares los grupos aprenden a organizarse. Eligen sus directivas, participan de las asambleas mensuales y van conociendo la forma de funcionamiento de la Asociación. En todo este tiempo prueban la paciencia, la perseverancia y el compromiso. Y tampoco es gratis: cada tejedora entrega tres trabajos en parte de pago, tres muestrarios de telar, cada uno de una técnica diferente, cada uno abriendo paso a su derecho a participar; cada uno reafirmando su sabiduría y su dignidad. ¡Así si que vale la pena!
Y aquí estaban. Al final del camino. Cada una y cada grupo con la cara sonriente. El alcalde presente. El padre Pablo y la señora Miriam, asesores y ayudantes. Pamela Melo con la sede preparada y Albertina Huenumán dando la bienvenida a nombre de la directiva. Discursos de autoridades y palabras de entusiasmo. Por fin ellas también hablaron. Una socia nueva dio las gracias por la oportunidad y los conocimientos recibidos. Una socia antigua las invitó a cuidar “su” Relmu, que ella era tejedora desde niña y había sufrido callejeando sus tejidos y que ahora la vida estaba llena de esperanza. “Con mis telares tengo a mis hijos estudiando. Yo que ni siquiera sé leer y escribir... y con mis puros hilos estoy educando a mis hijos”. Se aplaudieron con entusiasmo sus palabras. Y luego se aplaudió a la socia más jovencita, una mamita-niña de apenas 17 años y nueva socia de los telares. Ella sonriente agradecía sin encontrar palabras para tanta emoción. “Es que en la Relmu ocurren milagros”, decía el padre Pablo. “Aquí hay abuelas, mamás y nietas; generaciones de sabiduría compartiendo un mismo sueño de telares y arco iris”. “Hay una socia de 17 años y otra de 94. Hay mamás que han enseñado a sus hijas a caminar, y ahora hay hijas que le enseñan a tejer a sus mamás”.
Y así llegó la entrega de los diplomas. Pura esperanza. Puro gozo. Diplomas que inscriben los nombres de 28 mujeres como nuevas socias de Relmu Witral, dueñas de una nueva esperanza de vida para ellas y sus hogares. Una cuarta generación de mujeres que se forman y comienzan a caminar.
El viernes 02 de mayo de 2008 se licenciaron 28 nuevas tejedoras de la Asociación Relmu Witral. La sede de Tirúa lucía engalanada. Los tejidos coloridos como siempre y un mesón generoso que contenía las donaciones que las mismas mujeres habían traído de sus hogares: pollitos de campo, huevos cocidos, tortillas, pan amasado y unos pebres picantes y sabrosos. Había algo para el brindis y hartas bebidas para compartir.
Las tejedoras habían llegado desde lejos. Antes del medio día ya estaban allí las socias nuevas de Pilico y Casa de Piedra, que viven a más de 20 km., al sur de Tirúa, y no tienen micro para viajar. ¡Pero ahí estaban! ¡Es que se venía algo importante para sus vidas! Cerca de la hora llegaron también las hermanas de Puente Tierra y de Ponotro. Había entusiasmo y alegría en el rostro de todas.
Cada grupo y cada tejedora había finalizado su taller de telar. En junio del año 2007, seis nuevos grupos de mujeres presentaron su solicitud de ingreso a la Asociación. Los asesores las visitaron y conversaron honestamente sobre las condiciones exigidas y las oportunidades ofrecidas. Al instante un grupo declinó: “muchas exigencias”, dijeron; “pensamos que nos iban a regalar la lana siquiera”, comentaron desilusionadas. Pero los otros cinco grupos se atrevieron a comenzar. En septiembre ya estaban todas haciendo bailar los husos. Cinco socias expertas fueron preparadas para guiar y enseñar a las nuevas postulantes. Al poco andar otro grupo de mujeres renunció a la tarea. Pero los cuatro grupos restantes siguieron el camino. Y aunque algunas socias también declinaron, las demás fueron crecieron en entusiasmo.
El curso es largo. Primero aprenden a hilar y a teñir con tinturas naturales. Luego a tejer telares lisos. Se pasa después a lo más difícil: tejer el ñimikan, los dibujos tradicionales. Y después de meses viene el toque final: el trarikan, el telar amarrado. En medio de hilos y telares los grupos aprenden a organizarse. Eligen sus directivas, participan de las asambleas mensuales y van conociendo la forma de funcionamiento de la Asociación. En todo este tiempo prueban la paciencia, la perseverancia y el compromiso. Y tampoco es gratis: cada tejedora entrega tres trabajos en parte de pago, tres muestrarios de telar, cada uno de una técnica diferente, cada uno abriendo paso a su derecho a participar; cada uno reafirmando su sabiduría y su dignidad. ¡Así si que vale la pena!
Y aquí estaban. Al final del camino. Cada una y cada grupo con la cara sonriente. El alcalde presente. El padre Pablo y la señora Miriam, asesores y ayudantes. Pamela Melo con la sede preparada y Albertina Huenumán dando la bienvenida a nombre de la directiva. Discursos de autoridades y palabras de entusiasmo. Por fin ellas también hablaron. Una socia nueva dio las gracias por la oportunidad y los conocimientos recibidos. Una socia antigua las invitó a cuidar “su” Relmu, que ella era tejedora desde niña y había sufrido callejeando sus tejidos y que ahora la vida estaba llena de esperanza. “Con mis telares tengo a mis hijos estudiando. Yo que ni siquiera sé leer y escribir... y con mis puros hilos estoy educando a mis hijos”. Se aplaudieron con entusiasmo sus palabras. Y luego se aplaudió a la socia más jovencita, una mamita-niña de apenas 17 años y nueva socia de los telares. Ella sonriente agradecía sin encontrar palabras para tanta emoción. “Es que en la Relmu ocurren milagros”, decía el padre Pablo. “Aquí hay abuelas, mamás y nietas; generaciones de sabiduría compartiendo un mismo sueño de telares y arco iris”. “Hay una socia de 17 años y otra de 94. Hay mamás que han enseñado a sus hijas a caminar, y ahora hay hijas que le enseñan a tejer a sus mamás”.
Y así llegó la entrega de los diplomas. Pura esperanza. Puro gozo. Diplomas que inscriben los nombres de 28 mujeres como nuevas socias de Relmu Witral, dueñas de una nueva esperanza de vida para ellas y sus hogares. Una cuarta generación de mujeres que se forman y comienzan a caminar.
1 comentario:
FELICIDADES A LAS NUEVAS SOCIAS
QUE SEA PROVECHOSO PARA USTEDES Y PARA LA ASOC.
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